La verdad es que antes de venir a vivir a Holanda no sabía qué era eso de dar feedback. Tampoco es que me hubiera parado a pensar en ello. Simplemente hacía lo que había aprendido a hacer, es decir: agradar a mi interlocutor o «callarme la boca”.
No lo sé con certeza, pero cuando miro hacia atrás pienso que tal vez pudiera ser consecuencia del legado de la educación que tuve en mi época (soy del 71), no lo sé… En cualquier caso, lo podría resumir en algo así como:
Si alguien me preguntaba qué me parecía su “pelo”, yo le decía lo que ella quería escuchar para agradarle, es decir “es maravilloso”. Y si me parecía que no estaba bien, en vez de decírselo directamente, me «callaba la boca» o le decía igualmente que era “maravilloso”.
Como te puedes imaginar, esto no es que le sirviera de mucho a mi interlocutora. Probablemente se encontraría al día siguiente delante del espejo sabiendo que algo no funcionaba en su nuevo “pelo” pero sin saber muy bien cómo peinárselo de nuevo para que todo encajara.
Y lo peor de todo es que puede que en aquella época, yo incluso pecara de hablar a sus espaldas. Es decir, comentarle lo maravilloso que llevaba el “pelo” para luego por detrás comentar con alguna otra amiga algo como “¡vaya pinta que lleva X con ese pelo!”.
¿Te suena?
Donde pone “pelo” podría poner perfectamente “texto” o cualquier otra cosa. Éste es el modo en el que yo funcionaba antes dando feedback.
Así lo recuerdo también en las clases del Instituto y la Unversidad. Tampoco es que hubiera muchas oportunidades de darnos feedback entre nosotros, pues el feedback provenía mayormente del profesor o profesora, pero cuando de vez en cuando se nos preguntaba, esto es lo que recuerdo: agradar a mi interlocutor o «callarme la boca”.
Así que cuando en el 95 me mudé a Holanda para estudiar, seguí funcionando así.
Mis primeros años de Filología Holandesa en la Universidad de Leiden, los cursé con estudiantes internacionales.
Entre ellos tampoco es que me resultara extraño cómo yo daba el feedback, pues recuerdo a alguno de mis compañeros de países asiáticos que tenía la misma dificultad que yo para abrir la boca cuando le preguntaba por su feedback.
Pero el shock fue cuando entré en la Escuela de Escritores de Utrecht con todo estudiantes holandeses. No sé si lo sabrás ya, pero en Holanda la mayoría de la gente te suele decir las cosas de un modo pero que muy directo.
Los grupos de clase eran de cuatro o cinco alumnos y el profesor pedía siempre una ronda de feedback entre nosotros antes de decir él algo.
O sea que funcionaba así: para el día en que teníamos la clase todos los compañeros se habían leído ya tu relato, poema o lo que fuere, del mismo modo que tú te habías leído el de ellos.
Comenzaba la ronda. Uno por uno, los otros cuatro estudiantes te iban dando su feedback.
Aún recuerdo cómo me sentí aquella primera vez que experimenté cómo cuatro fieras desgarraban mi primer relato. Mi corazón latía a toda la velocidad, y notaba que debía de estar tan roja como el fuego. Por la espalda me caían gotitas de sudor y tenía las manos heladas.
En realidad, simplemente me estaban diciendo «lo que no funcionaba en mi relato” para que me lo pensara. Me estaban ayudando.
Pero había algo en aquel modo de expresar ese feedback. Una especie de dureza petrificante. El contenido era valioso pero la forma en la que me lo transmitían carecía de total empatía.
Hay formas y formas de decir las cosas.
Se necesita empatía para intuir cómo se va a sentir la otra persona cuando escuche tu feedback y arte para saber envolver ese feedback en papel de regalo.
Pero lo peor de todo fue cuando me tocó a mí dar el feedback a los relatos de mis compañeros. Tantos años entrenada en mi agradar a tu interlocutor o «callar la boca”, que me di cuenta de que ni siquiera sabía analizar un texto y extraer lo que funcionaba y lo que no funcionaba.
Lo único que me salía era las ganas de vengarme y decirles que su relato era una mierda.
Ellos esperaban mi feedback constructivo. A mí se me nublaban los ojos y me sentía incapaz de soltar una palabra.
Por eso cuando 15 años después empecé con mis propios talleres de Escritura Creativa para hispanohablantes en el Instituto Cervantes de Utrecht (paradójicamente a la vuelta de la esquina de la Escuela de Escritores donde yo me había formado) intenté combinar lo que a mí más me gustaba de las dos prácticas del feedback que había aprendido durante mi vida: la de allí y la de aquí.
Los estudiantes serían los primeros en darse el feedback entre sí y después lo haría yo, respetando las reglas que siempre explicaba desde el principio:
1. Sé amable pero no «te calles la boca».
2. Estrújate el cerebro para averiguar todo lo que ves que funciona y lo que no funciona en el texto de tu compañero.
3. Empieza siempre alabando lo que SÍ funciona en su texto.
4. Transmítele de un modo empático, con tacto, lo que en tu opinión no funciona.
5. Y sobre todo, termina ofreciéndole sugerencias para que pueda mejorar eso que no funciona en su texto.
A veces cuando explico estas reglas, alguno de los alumnos me comenta que siente incómodo porque se pregunta:
¿Quién soy yo para criticar el texto de un compañero?
Afortunadamente tras la primera ronda de comentarios constructivos, ya le queda claro que no se trata de criticar sino de ayudar a la otra persona.
Y, sobre todo, que no sólo se aprende recibiendo comentarios sino también dándolos.
Así que ya lo sabes, manos a la obra y a practicar con el feedback.
Cuanta más agudeza adquieras a la hora de descubrir lo que funciona y no funciona en el texto de otra persona, mejor editor serás de tus propios textos.
Ahora tú, ¿cómo estás tú acostumbrada a dar feedback? ¿Cómo te lo dan a ti? ¿Sientes que aprendes con ese feedback? ¿Te ha dolido alguna vez?
Cuéntamelo en los comentarios.
Te espero.
Soy escritora de ficción y ayudo a creadoras con ganas de empezar o retomar su escritura creativa para que se pongan en marcha ya. Si pinchas AQUÍ, accederás a todo el material gratuito que he preparado para ti con mucho cariño y dedicación a partir de las experiencias con los estudiantes de mis cursos online por todo el mundo y presenciales en Ámsterdam y el Instituto Cervantes de Utrecht.
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buenos dias, me llamo Lola y no suelo hacer feedback, la primera vez que me lo hizo una persona con experiencia, nadie cercano, tuve que hacer un esfuerzo muy grande para no mandarlo a cualquier sitio feo, pero calle y cuando se me paso el berrinche volví a leer todo lo que me había dicho que estaba mal, no que no estuviera bien, sino que estaba mal. Estoy reescribiendo la novela que le mostee y por supuesto mejorándola en todo, me costo entender que no era nada personal.
Después de los meses he tenido la ocasión de hacer feedback con un amigo que escribe cuentos y me he sorprendido haciendo montones de anotaciones de las cosas que no me parecían bien, y que ademas son errores que yo también hago, a el no le he dicho todo, solo unas pequeñas pinceladas, y aconsejarle que antes de querer publicar hago una buena corrección.
Resumiendo, es lo mejor que puedes hacer con lo que escribas, teniendo cuidado por que si es alguien muy cercano corremos el riesgo de no darle credibilidad
Un abrazo
Gracias por tu sabia aportación Lola!
Sí, la primera vez siempre es muy dura para todos.
Pero como dices, cuando te toca a ti dar feedback entiendes su valor.
Creo que el consejo que das es muy bueno. Es cierto, si la persona a la que le pides el feedback es alguien cercano, «se corre el riesgo de no darle credibilidad»
Abrazo,
Kristina
Hola. Es muy cierto lo que comentas sobre el retorno, pero con el tiempo tambien se hace necesario y continuado, llega ser muy estimulante. Deja ver tus logros y tu crecimiento. Es una practica muy importante. Saludos
Sí, Ariel.
Al final, es el mejor apoyo que podemos tener: un buen feedback. Se lo aconsejo a todo el mundo.
¡Enhorabuena por la publicación de tu relato Ariel! Lo vi hace poco.
¡¡Gracias!! ¡Te agradezco muchisimo! En verdad tu opinión es muy valiosa para mi. Beso y un fuerte abrazo.
Este tema me parece tan delicado… y siempre me asalta la misma duda ¿hasta qué punto debe hacerse caso a las críticas constructivas? Es decir, el arte es algo extremadamente personal, me atrevería a decir que hasta íntimo y no puede haber opiniones objetivas al respecto (exceptuando lo obvio como temas de ortografía o cosas así). Creo que la última palabra siempre la debería tener el autor y no sé por qué debería cambiar algo que le dicen los demás.
Lola, dices «me había dicho que estaba mal». Entiendo que para ti, con tiempo, también te pareció que estaba mal, te ayudaron a verlo de otra manera pero al final eres tú la que decidió que estaba mal y lo cambiaste. Pero, ¿qué pasa cuándo según tu criterio no está mal aunque te lo digan otros (muchos, todos)? ¿Hasta dónde puedo ejercer mi derecho de ser la autora de una creación y dónde empiezo a ser una cabezota que no hace caso de las críticas? Creo que a todos nos hubiese gustado que Leonardo di Caprio se hubiese subido a aquel trozo de madera y se hubiese salvado, todos sabemos que había sitio para los dos…
Siempre leo que solo se deben escribir frases que hagan avanzar la historia pero ¿y si me apetece hacer una descripción de cuatro párrafos de cómo un rayo de sol atravesaba las hojas de los árboles? ¿y si todos me dicen que es aburrido pero a mí me gusta así?
No quiero parecer engreída, si lo fuese este tema no importaría en absoluto. Es precisamente esa falta de autoestima que tengo a veces la que me preocupa. Tengo miedo de hacer caso a las críticas y cambiarlo tanto que deje de ser mío o de apartarme tanto al otro extremo y pecar de no hacerlo mejor por no haber sabido escuchar.
¿Qué está bien y qué está mal en el arte? Todos tenemos derecho a juzgar y opinar pero ¿alguien tiene derecho a hacerte cambiar algo de tu obra?
Me alegra que hayas publicado este post Kristina, se puede apreciar que esta reflexión me pesaba dentro 🙂
Gracias por tu sincero comentario, Clarisa!
Es un tema muy delicado, como dices, porque incluso si alguien te dice que algo no funciona para esa persona como lectora, para ti puede funcionar como autora.
Yo recuerdo con mi primera novela que mi mentor me comentaba que con el orden cronológico que tenía lo daba todo desde el principio, yo sentía que no era así. Cuando la editorial escogió mi manuscrito y la redactora me llamó para hablar de mi texto, me volvió a hacer el mismo comentario. Al ser dos personas la que lo decían, decidí probar, solo por probar cómo me sentía si cambiaba el orden cronológico. Resultó que me gustó y surgió otra historia además, y sólo lo cambié porque me sentía a gusto con el resultado.
Durante el proceso de edición, tuve muchos enfrentamientos con mi siguiente redactor porque me decía que algunas cosas no se podían decir «tal y como estaban». Además, lo había escrito yo en holandés. Allí fue un tira y afloja, pero él siempre respetó mi decisión final.
Cuántas historias se quedarán a medio contar o serán contadas de un modo que no es fiel al autor, sólo porque alguien ha hecho cambiar de opinión.
Al final, es la decisión de la autora si incorpora el comentario que te han dado.
Si no te sientes segura, no lo hagas, de verdad.
Puede que en otra momento, ese comentario sí tenga sentido para ti, pero si en estos momentos no lo tiene, no lo incorpores.
Bueno, así es como pienso yo, porque en el arte y en la creatividad no hay reglas. Sé que otras personas te dirán otra cosa, pero para mí es importante que tú te sientas segura y convencida de si quieres incorporar el comentario o no.
Hola Kristina! Hace poco que estoy en tu blog, feed back hasta ahora no lo el probado, ya llegará el momento. Dos preguntas con respecto al artículo ¿Conoces algún programa, sitio web o red que conecte potenciales escritores que puedan hacerse feed backs periódica y mutuamente? (sería interesante, no?). Y la otra, con respecto a la regla 3 ¿Probaste alguna vez cómo sería al revés, primero lanzando la crítica de lo que no funciona y cerrando con lo que sí? Entiendo que en comunicación, cualquier tipo, siempre te quedas con la sensación de lo que se dijo al final, por lo que si lo último que escuchaste fue «lo bueno», la sensación con la que te quedas es esa ¿Alguna experiencia al respecto?
Gracias por tus recursos, de a poquito los voy a aprovechando para soltarme 🙂 Un abrazo!
Hola Celeste!
Pues bienvenida al blog.
Sí, sí, en otras situaciones fuera de mis cursos, también lo hago de ese modo :-), y todo es flexible claro, pero suelo pedir cerrar con lo que no funciona porque seguidamente la persona que está dando el feedback puede continuar con las opciones que él o ella le ofrecen al escritor que podría probar para que sí funcione, según su punto de vista.
Y respecto a tu otra pregunta, sí es cierto. Es muy valioso tener un espacio en el que poder darse feedback en confianza y sabiendo que la gente respeta las reglas y no te va a herir. Nosotros tenemos en Creando el grupo de Facebook de toda la gente que ha hecho cursos conmigo. Llevamos esta dinámica que te comentaba arriba.
Mis estudiantes también se han montado un propio web justo para eso, lo anuncié hace poco en la página de Facebook, quizás lo viste.
Y fuera de la comunidad de Creando también me han hablado de un sitio web donde se puede enviar tu relato y recibes feedback y también das feedback a otros relatos.
Lo puedes encontrar en este enlace: http://www.literautas.com/es/blog/taller-de-escritura-creativa-montame-una-escena/
Yo personalmente no lo he probado, pero échale un vistazo, seguro que te sirve.
Fuerte abrazo,
Kristina
HOLA CRISTINA, GRACIAS POR ESTE SUPER ARTICULO. YO HE ESTADO EN TOASTMASTER, ALLI SE APRENDE HACER EVALUACIONES QUE ES LO MISMO QUE EL FEEDBACK. LO PRIMERO QUE SE ENSEÑA ES A TENER UN POCO DE TACTO, AL CORREGIR CUALQUIER ESCRITO. Y APLAUDIR LOS BUENOS RELATOS, Y DAR CONSEJOS DE SUPERACION. Y VEO QUE TODO ESTO QUE PUBLICAS ES EXCELENTE. MIL Y MIL GRACIAS. YA LO HARE EN DIRECTO. HE TENIDO UN MONTON DE TRABAJO Y ME HA RENDIDO POCO EL TIEMPO DE ESCRIBIR.
Qué bien Ana que este artículo te ha gustado.
No conocía lo de toastmaster, lo estoy mirando y parece muy interesante!
Gracias por compartirlo!
Buenos días Kristina. Una amiga poetisa me encargó, muy generosamente, hace un par de meses revisar un poemario suyo, que está próximo a ser publicado.
Lo primero que hice fue decirle, que no me atrevería a meterme con la esencia de sus creaciones y que gustosamente opinaría sobre lo que, a mi juicio, faltaba o sobraba en sus poemas. Ella debería pensar en mi comentario, volver a revisar su poema, minuciosamente y luego decidir si es necesario modificarlo. Ella me confió la tarea, porque admira mucho las cosas que yo escribo y publico en facebook y siente que soy su «maestro», adjetivo que tal vez no merezco. Le he corregido mucho la puntuación, que es terrible y algo de la diagramación en general. Al final hago las observaciones que considero pertinentes y le dejo a ella la responsabilidad de su escrito. Creo que ha funcionado bien para ella, en esa forma. Para mí, un poco difícil, pero a la confianza, trato de corresponder con toda la honestidad posible. Gracias por tu excelente labor con este tema tan delicado y a la vez tan emocionante. Un abrazo desde Colombia.
Olvidé decir que, a mi me encanta, cuando los lectores opinan y critican lo que yo publico. Ya perdí el temor, después de que publiqué mi primer libro.
Gracias por tu aportación Alberto!
Yo creo que como dices al final, una vez que publicas tu primer libro, pierdes mucho de ese temor…
Hola Kristina!
Al leer tu entrada me apetece mucho ver la película «El editor de libros», que trata sobre la relación de Max Perkins (editor) con escritores como Hemingway, Steinbeck, Thomas Wolf o Fitzgerald para impulsar su creatividad, pero mejorar su estilo.
Hace poco participé en un libro con dos relatos y me corrigieron algunas cositas. Sufrí mucho al desprenderme de mi manera de expresarme, pero vi que la esencia quedaba, así que atuve a los hechos…
Un abrazo.
Zoila
Gracias por tu aportación Zoila!
Tengo también esa película pendiente en mi lista, gracias por nombrarla para que más gente se pueda beneficiar!
Fuerte abrazo!
Kristina