Mientras trabajas en tu novela, puede que pienses que una vez la termines y estés «dentro” de una editorial, podrás respirar tranquila. Al fin y al cabo ya tienes lo que querías: la aprobación de uno de los grandes.
Aunque quizás ya sepas que eso no signifique que cada nuevo proyecto que presentes será aceptado con los mismos brazos abiertos, sí sabes que tener una editorial significa que tienes a alguien detrás de ti apoyándote, alguien que te va a ayudar en tu carrera de escritora, alguien que espera con anhelo tu próximo manuscrito y está dispuesto a retomarlo contigo para perfeccionarlo.
Así me pasó a mí.
Entré «dentro” de una de las grandes editoriales holandesas, Uitgeverij De Geus, gracias a que una redactora, Femke, rescató mi manuscrito de entre el montón. Me sentía muy orgullosa de que precisamente esa editorial hubiera escogido mi manuscrito para publicarlo. Existe desde 1983, llevan 13 ganador@s de premios Nobel en su fondo y luchan por publicar el mismo número de mujeres que de hombres.
Mi redactor final, Ad, me apoyó durante la fase final del proceso de edición de mi novela en el 2007 y siempre estuvo comprometido a apoyarme en la redacción de todo lo que escribí después, aunque fueran relatos para colecciones de otras editoriales.
“Ad es mi redactor y Uitgeverij De Geus mi editorial”. Así es como siempre lo he dicho de cara al mundo exterior. Es como sentirte protegida por un ejército tras de ti o algo así.
Sin embargo, desde que yo entré «dentro”, el mundo editorial ha dado un giro total.
Vamos, casi me atrevería a decir que entré «dentro” por los pelos.
Nada más debutar con “mi editorial”, me fui con una beca a una residencia de artistas en Mali para trabajar en mi siguiente proyecto. Estando allí me enteré de la existencia de Facebook, el mundo de los blogs y la crisis mundial del 2008.
Al volver de mi viaje en el 2009 después de tanto tiempo desconectada, escuché muchas novedades de mis amigos que sí estaban conectados: el mundo online estaba abriendo nuevas oportunidades, las redes sociales se multiplicaban y las posibilidades de la autopublicación comenzaban a ser explotadas por diferentes autores.
En ese momento poco me podía importar lo que pasara fuera de las cuatro paredes de mi casa; faltaba poco para que fuera madre y después escogí el maternaje como mi prioridad. Digamos, que estuve un tiempo viviendo en otro mundo.
Durante ese impasse de 5 años, mi editorial me contactó un par de veces: una para hacerme saber que había vendido los derechos de mi novela a una editorial serbia y otra para que firmara el contrato de los derechos de venta de mi novela como e-book, pues también lo iban a ofrecer en ese formato.
Casi me pierdo estos dos mails entre los muchos que iban mandando últimamente. Por ellos me enteré que algunas personas de la editorial habían dejado sus puestos de trabajo por “recortes” o “reorganización”. Me imaginaba el edificio monumental ubicado en Breda tan lleno de gloria y majestuosidad, ahora medio vacío de personal.
Me acordé entonces del momento en el que había firmado mi primer contrato con ellos y como, tras firmarlo, me enseñaron todas las estancias del edificio antiguo con el innumerable número de personas que trabajaban en él. En el segundo piso se escondía un apartamento totalmente renovado y amueblado donde podía pasar un tiempo si quería trabajar en un libro, me insistieron. Así que hasta tenían una residencia para sus escritor@s.
Quizás deberían haberse mudado a una ubicación más modesta, pensaba ahora.
Poco después, me enteré por una compañera que había debutado a mi vez con “nuestra editorial”, Andrea, que a ella no le habían aceptado su tercer manuscrito para publicación “porque en estos momentos sólo se podían permitir publicar nombres conocidos”. Y eso que Andrea ya llevaba publicados con “nuestra editorial” varias colecciones de poemas y dos novelas.
Ahí sí que me entró un poco el yuyu. Pensé, a ver cuando alguna vez llegué yo con lo mío, qué me dicen.
Lo que ocurrió meses después me sorprendió aún más.
Me llegó la solicitud de una Editorial Colombiana para la traducción del neerlandés al español del último libro de Kader Abdolah, uno de los grandes nombres de “mi editorial”. Aunque esta vez no tenía la intención de aceptar el encargo porque estaba traduciendo una novela de Anna Enquist, me puse a buscar de qué libro se trataba y vi que esta vez ¡no había sido publicado por mi editorial!
¿Qué?, pensé. Pero si Kader Abdolah era superfiel a nuestra editorial. En los grandes eventos siempre decía que pertenecería a Uitgeverij de Geus por los siglos de los siglos aunque no le ofrecieran “el adelanto” (léase cheque) que él pidiera.
No les debe ir muy bien, pensé sin conocer los detalles.
Bueno, yo no me voy a preocupar en este momento, pensaba, siempre hay otras editoriales por ahí para mí y, al fin y al cabo, desde que estoy en el mundo online, esto de la autopublicación electrónica también me parece algo fascinante, por eso escribo tanto sobre el tema.
Sin embargo, cuando me ponía a trabajar en mi escritura, no podía dejar de pensar la gran pregunta: ¿Y qué haría después? ¿Quería seguir escribiendo por el simple placer de practicar o quería volver a tener el objetivo de tener un producto terminado? Y, si quería trabajar hacia un producto terminado, ¿qué haría después con él? ¿Se lo ofrecería primero a mi editorial? O, ¿lo intentaría primero con otras editoriales? Claro que también podría ponerme en contacto con un agente. Cuando yo empecé sólo había uno en Holanda y ahora habían crecido como champiñones. Pero es que yo ¡seguía sintiendo a mi editorial como mi ángel de la guarda!
Sin darme cuenta, estaba yo misma cayendo inconscientemente en la trampa que tanto les digo que eviten a mis alumnos en el Instituto Cervantes: “no pienses en el luego, concéntrate en el ahora, escribe ahora, luego ya verás”.
Pero lo fuerte es que ni siquiera me daba cuenta. Vamos, que en casa del herrero cuchillo de palo.
Hace poco acudí a la presentación de la última novela de Vamba Sherif, un colega escritor de “nuestra editorial” al que ya entrevisté en este blog. Como la presentación era en el mismo Ámsterdam, esta vez sí pude acercarme. Además, me hacía ilusión ver a mi redactor después de tanto tiempo sin vernos en persona.
Ad parecía más encogido, más delgado y más canoso. Quizás siempre había estado así y no me había dado cuenta. Quizás él también se sorprendió al ver mis canas. Al fin y al cabo, el tiempo había pasado para los dos.
Me preguntó por mí. Le conté todo lo que me traía entre manos. Noté casi como que yo, entre líneas, me disculpaba por no tener ningún manuscrito nuevo que mostrarle. Le enseñé la foto de mi hija de 5 años que he criado yo sola. Le dije en tono de broma que esperaba mostrarle algo antes de que se jubilara o “le despidieran de la editorial por recortes”.
Nos reímos, pero él se sonrojó.
Me contó que las cosas no iban bien en la editorial, pero no me dio detalles.
Fue la semana pasada cuando me enteré de la noticia.
Aparecía en los titulares de los grandes periódicos: La editorial “Uitgeverij De Geus” ha sido vendida al grupo editorial “Singel Uitgeverijen”. “Es el único modo de asegurar nuestro futuro,” comentaba “nuestro director”, Eric Visser.
Pensé en Ad y en la mudanza que tendrá que hacer desde Breda hasta Ámsterdam. Me acordé de todos los libros nuestros que estaban en aquella sala del edificio monumental ordenados alfabéticamente. Me pregunté si habrá sitio para ellos en la pequeña planta que a partir de ahora alquilarán en la calle Rokin de Ámsterdam.
Sentí pena por ellos y por todo lo que Uitgeverij De Geus ha significado hasta ahora en el mundo editorial holandés: la diversidad, la multiculturalidad, los nuevos talentos, el arriesgarse.
Me pregunté con preocupación cómo llevará este gran grupo editorial que la ha absorbido estos valores que hasta ahora la habían hecho destacar sobre las demás.
Pero lo fuerte es que cuando al día siguiente me senté a escribir, sentí una sensación de liberación, como si se me hubiera quitado un peso de encima. Esta noticia sobre mi editorial había cambiado algo dentro de mí.
Ya no tenía esa sensación de tener un ángel de la guarda a mis espaldas.
Ahora todas las puertas estaban abiertas o todas cerradas, depende de cómo lo quisiera ver.
Mientras escribía esa mañana, volví a sentir esa sensación que casi tenía olvidada: la inocencia de un inicio que no sabes a dónde te llevará.
Y a ti, ¿qué te ha aportado esta historia personal que te acabo de contar?
Me quedo para leerte en los comentarios.
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Hola Kristina. Es muy interesante lo que contas. Aca no hay adelantos … si hay ángeles. También hay editoriales que apoyan, como Dunken (la que mas conozco). Pero ninguno de los que comparten sus escritos conmigo, piensa siquiera en hacer algo para una editorial específica, sólo hay esperanza de publicar alguna vez, donde sea. No conocemos el sentimiento de cuidado ( aún… ) que vos proponés. Besos.
Sí Ariel, supongo que esa fase ya ha terminado.
Las editoriales ya no se pueden permitir dar tantos «cuidados», al menos eso es lo que yo ahora estoy viendo.
Digamos que «el siglo de oro» ha llegado a su fin :-)!