Se trata de una organización para todos los refugiados que llegan a Holanda. Se les apoya durante el trayecto para pedir asilo hasta el momento que pueden empezar a comenzar su vida aquí en Holanda.
Para que hagas una idea de la cantidad, se calcula que en 2016, 94.000 refugiados solicitaron asilo en Holanda.
El apoyo no sólo es emocional, sino también práctico y jurídico.
Pero lo que más me gusta es que organizan los campamentos de verano para que las niñas y niños de las familias de refugiados que viven en Holanda puedan desconectar durante una semanas de “ser un refugiado”.
Las monitoras de estos campamentos suelen ser antiguas niñas refugiadas (sí, Holanda ya tiene una larga tradición en acoger refugiados) y ellas mismas saben transmitir lo necesario para que todos se olviden de que son refugiados durante esos días.
Está claro que donde más marcas quedan es en los pequeños.
En el cole de mi hija acogemos a los hijos de unas 20 familias de refugiados (una niña o niño tiene la obligación de recibir educación en Holanda en el plazo de 72 horas tras entrar en el país). Por las historias que cuentan, no es nada fácil estar años esperando a que les den los papeles a tus padres mientras te trasladan de ciudad a ciudad y de escuela a escuela.
En la clase de Lara hay una niña que sólo tiene 7 años y ya ha cambiado 5 veces de escuela. Eso, sin contar, lo que ya le haya tocado vivir en su país antes de salir.