Este post pertenece a la categoría “La Comunidad de CREANDO al habla”. Mediante un post a las preguntas que me envían mis suscriptoras y suscriptores.
Me está yendo bien con los 10 minutos de tu manual, me estoy acostumbrado, creo que tengo que hacerlo más temprano en el día porque siempre lo dejo para la noche porque creo que tengo más inspiración a esas horas, pero me cansó muy rápido y a veces se me dificulta. Antes de subir los 10 a 15 creo que me faltan unos días más de costumbre.
Pero tu guía me ha sacado de mi zona de confort y ya creo que puedo terminar mi primer capítulo, ¡muchas gracias!
Ahora tengo una pregunta:
¿En que persona puedo escribir mi historia?
Eugenia
—-
Cuando estás empezando con un proyecto nuevo, elegir en qué persona contar tu historia puede darte muchos dolores de cabeza.
Al menos a mí a veces me pasa.
Hay historias que se me presentan ya directamente con la primera frase escrita en tercera persona o en primera persona y todo fluye genial.
Sin embargo, hay historias en las que no acabo de atinar.
En mi caso, me he dado cuenta de lo siguiente.
Cuando utilizo la primera persona estoy demasiado cerca de mí o de lo que me pasó. Por eso, si veo que empiezo en primera persona y me estoy dejando llevar demasiado por la realidad sin conseguir elevar el relato a la ficción, me salto directamente a la tercera persona.
Pero lo divertido es experimentar. Por ejemplo, ¿cómo te resultaría escribir sobre la vida de una anciana en su lecho de muerte en primera persona?
Puesto que es una realidad que no conoces, escribir ese relato en primera persona, puede resultarte muy desafiante y divertido. Esa escena igual la has vivido, pero desde fuera. Quizás has visto morir a alguien mayor de tu familia. ¿Cómo te resultaría escribir desde la perspectiva de esa persona que se está muriendo en primera persona?
Te lo puedes tomar como un ejercicio para ver de lo que eres capaz cuando escribes en primera persona sobre algo que no tiene nada que ver contigo.
Y lo mismo puedes hacer a la inversa.
Quizás has vivido tú algo personalmente, pero ya sabes que la realidad a veces supera la ficción.
Supongamos por ejemplo que estabas tomando un café tú sola en la terraza de una cafetería y de repente se te sentó alguien a tu mesa, comenzasteis a hablar y cuando el tipo se fue te diste cuenta de que te había robado la cartera.
Pues bien, en vez de contar esta escena en primera persona que es como te saldría al empezar, prueba a hacerlo en tercera. Imagina que eres alguien que está observando a la señora sentada en la terraza con unos prismáticos desde el primer piso de la casa de en frente. Tú simplemente relata lo que ves en tercera persona. Verás cómo la imaginación se te dispara.
De este modo te vas dando cuenta de todas las posibilidades que en realidad existen.
Pero quizás ya has empezado con tu historia y es ahora cuando estás empezando a dudar de si estás usando la persona que más encaja con lo que quieres contar.
En ese caso te recomiendo que escribas varios fragmentos de la historia en primera persona y que después de un par de páginas, siguiendo el mismo hilo de la historia, te pases a la tercera.
Escribe el mismo volumen de palabras con esa otra perspectiva, ¿cómo sientes que queda mejor?
Si aún no lo tienes claro, puedes hacer dos cosas:
- Enseñarle las páginas con las dos perspectivas a otras personas y preguntarles cuál les suena mejor o
- seguir contanto la historia hasta el final en cualquiera de las dos personas o incluso alternándolas.
Sí, esto último te lo digo, porque el tema de escoger la perspectiva puede bloquearte hasta el punto de que no avanzas. El tiempo pasa y como no te acabas de decidir en qué persona contar la historia, pues la historia se está quedando sin ser contada.
Y claro, eso no es lo que quieres.
Así que tú sigue adelante, alternando el “Yo” y el “el/ella”, o decídete por uno de ellos aunque no estés al 100% convencida y cuando ya hayas llegado al final de la historia, siempre la puedes volver a reescribir y ver qué efecto tiene cuando escribes exactamente lo mismo pero en otra persona.
Te recomiendo también que eches un vistazo a los libros que tienes en tu estantería. Ponte a subrayar tus fragmentos preferidos y sigue atenta el módo en el que el escritor o la escritora está utilizando la primera o la tercera persona. Fíjate sobre todo el efecto que tiene en ti. ¿Cómo te atrapa una historia cuando está contada con “Yo”? Y, ¿cuando está contada con “él/ella”?
Ahora sólo quiero decirte que esto no se acaba aquí. También hay por ejemplo otras 2 posibilidades además de usar la primera y la tercera persona. Es una gozada probarlas y ver cómo te sientes cuando las utilizas.
1. Utilizar la segunda persona
La primera vez que me fijé conscientemente en el uso de esta forma, fue en el libro Paula de Isabel Allende:
«Tu abuela ruega por ti a su dios cristiano, y yo lo hago a veces a una diosa pagana y sonriente que derrama bienes, una diosa que no sabe de castigos sino de perdones, y le hablo con la esperanza de que me escuche desde el fondo de los tiempos y te ayude».
Pero claro, era bastante lógico, ya que se dirigía a su hija que yacía en coma justo delante de ella.
Pero cuando realmente me di cuenta del poder de su efecto, fue al leer las historias de Karmele Jaio en su libro Heridas crónicas. Casi todas están contadas en segunda persona. Este es un extracto de El Grillo:
«La reunión ha terminado antes de lo que esperabas. Te aflojas la corbata que te venía ahogando todo el día y te tumbas sobre la cama de la habitación del hotel sin quitarte los zapatos. El avión de vuelta es mañana por la mañana. Hasta entonces no tienes nada que hacer».
Yo aún no lo he probado, pero está en mi lista hacerlo. A veces intentar una nueva perspectiva puede resultar liberador, sobre todo si te sientes atascada. Lo que sí he probado y me siento superbien con esa forma es:
2. Utilizar algo impersonal
Por ejemplo: La madre, el hijo, el hombre…
Peter Handke lo utiliza en su libro La mujer zurda como puedes ver en este fragmento:
«En la penumbra, la mujer, sin encender la luz, estaba sentada ante el televisor, que tenía un canal suplementario para observar el parque infantil de la urbanización. Miraba la imagen muda, en blanco y negro, en la que en aquel momento precisamente su hijo se estaba balanceando sobre el tronco de un árbol, mientras su amigo, el gordo, se caía una y otra vez al suelo; aparte de ellos no había nadie en aquel lugar solitario. Los ojos de la mujer brillaban por las lágrimas. [...] Por la noche, la mujer y el niño cenaron solos en el cuarto de estar. Ella había terminado y miraba al niño, que hacía ruido al sorber y al comer; sólo de vez en cuando llegaba el zumbido del frigorífico de la cocina, que estaba comunicada con la habitación por medio de una ventana de serivicio. A los pies de la mujer había un teléfono».
El pasado invierno pasado traduje un libro al español de la autora holandesa Anna Enquist titulado Contrapunto que también utilizaba todo el tiempo «la mujer» cuando hablaba de su personaje. Así que sin darme cuenta me salió de modo natural en mi último relato en neerlandés. ¡Y me encanta usarlo! No sé si es por mi estilo de escribir tipo de peli documental, o porque crea una distancia que me libera. No lo sé.
El caso es que te recomiendo probarlo todo porque es así solo como vas a encontrar lo que mejor encaja con esa determinada historia que tú quieres contar en este momento.
Y sobre todo, ¡recuerda!, que la indecisión sobre la perspectiva no te bloquee para quedarte a medias con tu historia.
Tú sigue contando la historia en la persona que sea, que luego ya la podrás reescribir utilizando otra persona.
Muy buen post Kristina, lo de la segunda persona no me había dado cuenta de esta forma, y me da que puede ser bastante difícil. Me encanta leerte! Un abrazo
Gracias Rosa!
Es todo probar y ver lo que sale :-)!