¿Se te ha pasado alguna vez la idea de retirarte a una casita de campo durante una semana para dedicar tiempo de calidad a tu escritura?
Me parece una idea muy romántica eso de desconectar de tu vida diaria por unos días y hacer exclusivamente lo que llevas tiempo deseando: mano a mano con tu escritura sin ninguna obligación ni deber de por medio.
Suena ideal, ¿no?
Pero la pregunta es si lo es o no.
Si estoy escribiendo este post sobre este tema es justo porque durante estas vacaciones de Semana Santa me di cuenta de que este sistema del retiro en este momento de mi vida a mí no me funciona.
Y lo curioso es que me di cuenta no precisamente probando un retiro con mi escritura, sino probando una especie de retiro con mi hija.
Llevaba un par de meses sin dedicarle a Lara ese pequeño momento diario de conexión que sé que es necesario entre nosotras si no quiero tener finales de jornada crispados. La causa: haber aceptado una traducción literaria de una escritora holandesa con un plazo de entrega muy limitado.
Mea culpa. Lo sé. El resto ya te lo imaginas.
Así que para compensar esa falta de tiempo de calidad diario que no le había dado a Lara de continuo durante un par de meses, decidí alquilar una cabañita en una isla del norte de Holanda para dos días y desconectar de todo poniendo agua de por medio.
El emplazamiento entre las dunas era de ensueño.
Sin embargo, ocurrió todo lo contrario a lo que yo me había esperado: no hubo ese tiempo de calidad que yo me había propuesto.
Llegué ya con dolor de espalda por cargar la mochila, no dormí nada bien en la cama de la cabaña, el constante viento de la isla me dejó medio trastocada…vamos, que la mayor parte del tiempo estaba con cara de perro y no precisamente una paciencia del tamaño de una sandía, sino la paciencia del tamaño de un granito de uva.
Lo cierto es que me alegré cuando regresamos a casa y pude volver a poner en práctica mi pequeño momento diario de conexión con ella. Suspiré.
Es pequeño, pero es diario, y eso a mí me funciona.
En las relaciones con las personas humanas pasa para mí lo mismo que en la relación con tu escritura. Si has perdido la conexión diaria, no intentes recuperarla en un fin de semana.
Además, nunca puedes prever lo que en ese fin de semana ocurrirá ajeno a tu plan.
Es como si nunca cuidas tu cuerpo físicamente con algo de fitness o yoga, y luego pretendes ponerte fit en un par de días a base de meter horas.
A mí al menos no me funciona. (Confieso que también lo he intentado)
Yo sé que si no soy capaz de manejar ese compromiso diario de tiempo de calidad con mi escritura, tampoco sabré manejar una semana a solas con mi escritura.
Pero a lo que vamos.
Recuerdo que en el pasado esto sí funcionó una vez para mí. Por eso quiero pasarte el truco que utilicé, por si acaso te puedes dar el lujo de desconectar de todo y regalarte unos días a solas con tu escritura.
Era el 2008, y después de haber viajado durante un tiempo por diferentes países de África había llegado a la residencia de artistas de Ségou en Mali donde me podía quedar un tiempo gracias a una beca para trabajar en mi escritura.
Aunque es cierto que ya llevaba ya un tiempo viajando y escribiendo todos los días, al llegar a la residencia de artistas sí que tuve miedo de no querer estar dentro de ella sino salir al pueblo para ver y conocer todo lo que veía desde mi ventana. También temía que apareciera la pérfida resistencia todas las mañanas y me atacara la procastinación.
Pero también sabía que si salía de allí con mi cuaderno en blanco, iba a sentirme muy frustrada. Así que conociendo mis limitaciones en cuanto a tiempo de concentración, pero también el poder que tiene mi resistencia a sentarme, diseñé el siguiente plan:
1. Dividir la jornada en perlas de un collar
Yo utilice un collar que había comprado en Burkina Faso y tenía 3 perlas, pero tú podrías utilizar cualquier otra cosa que tenga justo el número de piezas físicas en las que quieres dividir tu jornada.
La división que yo hice fue la siguiente:
- Después de desayunar y hacer mi meditación, 3 horas de crear. Eso lo hacía en la cueva creativa como yo le llamaba a mi habitación, que estaba hecha de adobe y decorada cuadros de artistas de diferentes países de África.
- Pausa para el almuerzo y la siguiente perla: 3 horas de absorber. En esas tres horas me dedicaba a leer libros que había ido cambiando a lo largo de mi viaje o me colocaba con mi cámara de video en la terraza de la residencia y grababa con mi mirada o con la cámara toda la actividad que tenía lugar a orillas del Río Níger. (Entre tus libros de ficción también podrías incluir algún libro de no ficción, con técnicas de escritura, motivación, crecimiento personal o todo aquello que te sabes que te mola y que te va a ayudar a seguir conectada con tu vena creativa)
- La última perla la dedicaba a relajar: me iba al pueblo a cenar donde había mucho que observar. O a veces cenaba en la residencia donde podía charlar con los otros artistas o visitantes de la residencia. Supongo que si hubiera tenido DVDs a mano, también habría visto una buena película. Llévate unos por si acaso.
Piensa en cuántas perlas podrías dividir un día de ese fin de semana o semana que has escogido para tu retiro. Yo te recomiendo estas tres: crear, absorber y relajar, y en ese orden.
Sé que ése es el orden que para mí funciona.
Sentarme a crear es lo que más me cuesta, y por eso quiero hacerlo lo primero.
2. Recordar que el tiempo para crear es un perla preciosa
A veces cuando ataca la resistencia, es fácil caer presa de la procastinación durante esas tres horas que quieres destinar a crear.
Claro que deberías apartar de tu vista y de tu oído cualquier aparato que suponga una conexión con el mundo fuera de tu cueva creativa: no móvil, no social media…cero notificaciones del tipo que sea.
Pero también es importante que durante esas tres horas te recuerdes a ti misma la situación de lujo en la que te encuentras porque tienes esas 3 horas solo para ti y tu escritura. Todo el mundo ha colaborado para que tengas esas 3 horas, así que recuérdate que no las puedes desperdiciar.
Yo tenía un Post-it pegado en frente de mi mesa, bajo la ventana donde ponía: «gracias por haberme dado este espacio y este tiempo para crear, prometo aprovechar cada minuto de él».
Echar un vistazo a ese post cada cierto tiempo me ayudaba a no levantarme de la silla.
Piensa qué tipo de texto podrías escribir en tu Post-it y donde podrías colgarlo para mayor efecto.
3. Echar mano de un buddy creativo
Alguien afable que al final de la jornada te envíe un mensaje o te llame para preguntarte: “¿has conseguido tus objetivos de hoy?” ¿Has aprovechado bien el tiempo?
Saber que a las 10 de la noche alguien te llamará para pedirte cuentas, funciona, te lo juro.
No has dejado en casa a tu familia y aplazado esos encargos de trabajo sólo para estar mirando a las musarañas en tu cueva creativa.
Esa persona te lo recordará.
En Ségou, ese momento para mí solía ser la cena. Cuando las otras personas de la residencia me preguntaban cuánto había progresado y sí había aprovechado bien la jornada.

En uno de mis paseos por Ségou, junto al Níger – 2008
También me inspiraba ver a uno de los otros artistas plásticos trajinando de aquí para allí con sus pinturas durante todo el día.
Yo no podía ser menos.
Desafortunadamente, pillé las fiebres tifoideas y no me pude quedar mucho tiempo en aquella residencia por razones que otro día igual te cuento.
Lo que aprendí de aquellos días de retiro espero aplicarlo algún día de nuevo si me voy por unos días a cualquier sitio cerca que pueda funcionar como mi cueva creativa.
Así que cuando te sientas preparada para recogerte un par de días con tu escritura en algún lugar, recuerda:
- Divide tu jornada en perlas de un collar
- Ten presente que ese tiempo para crear es una perla preciosa
- Búscate un buddy creativo que te pida cuentas al final del día
¡Ya verás cómo de ese modo le sacas buen provecho a ese lujazo de fin de semana!
Pero lo más importante de todo es saber que un retiro así probablemente sólo funcionará si ya estás conectada con tu escritura gracias a tu pequeña dedicación diaria, tu mínimo de 10MIN que seguro que ya estás implementando.
Así que, ¿has pensado alguna vez en un retiro así?
¿Qué te parece la idea?
¿Funcionaría en tu caso?
Espero tu respuesta abajo en los comentarios.
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Que curioso, yo pasé la semana santa en una de las islas frisias alemanas, que no estaría seguramente lejos de la tuya (conozco bien Vlieland), solo que mas al norte y aun mas fría. Y siempre he fantaseado con pillarme una casa allí un mes de verano y dedicarme a escribir. La verdad es que el viento en estas islas es una cosa extraordinaria y sales de una semana allí con el cerebro despeinado. Pero, ¿no te parece que son unos paisajes eminentemente literarios? yo he vuelto con mil ideas de historias que se desarrollan entre las dunas y el viento, o alrededor de faros abandonados (siempre con elementos de terror y suspense, todo hay que decirlo).
¡Qué coincidencia!
Yo en Vlieland tampoco he estado nunca, pero me imagino que será parecido. Como dices: mucha duna y viento.
Fíjate que a mí no se me ocurrían las asociaciones con terror y suspense, pero ahora que lo dices 🙂
Mientras iba andando en bicicleta, pensaba más que nada en cuál era la influencia de ese paisaje y ese viento en las personas de la isla, en su carácter, cómo el paisaje nos determina y todo eso…
Pero seguro que da para un cuento de terror, pienso ahora en «La última noche en Tremore Beach» de Mikel Santiago (su entrevista está en este blog también). Seguro que lo conocías…
La verdad es que nunca he probado a hacer un retiro de escritura de tanto tiempo pero creo que me sería muy útil.
Yo para escribir necesito estar sola. Hay quien puede escribir rodeada de ruido, en un rincón cualquiera de un sitio cualquiera, pero yo no. Yo puedo estar en un rincón cualquiera pero en silencio y eso no siempre se da.
La división de la jornada en las tres perlas me parece una idea genial. A mí también me cuesta mucho sentarme a escribir. Mi resistencia se planta frente a mí cada mañana para no dejarme escribir. Así que si primero escribo, después absorbo y al final me relajo puede ser un método útil para desarrollar mi escritura.
Gracias, una vez más, Kristina, por compartir con nosotras tus experiencias que tanto nos enseñan.
Yo como tú, Lola. También necesito estar sola en casa.
Aunque paradójicamente en los cafés llenos de barullo de repente me suelo concentrar un montón. No entiendo por qué. Quizás por el café tan cargado que ponen.
Prueba lo de las perlas o cualquier otra cosa que sea física. Quizás hasta podría ser algo de comer, que cada vez que terminas una sección de la jornada, te la puedes comer.
Con mi hija lo hago con pasitas de uva para cada parte de práctica de piano que completa…
Al final tenemos que motivarnos del mejor modo que buenamente sabemos para superar esa Resistencia :-)!
A mí también me pasa igual, Kristina, soy capaz de escribir en una cafetería llena de gente. En mi caso no es por el café, suelo tomar té verde o cualquier otra infusión 😉 Recuerdo que cuando empecé a escribir, a veces iba al parque de La Taconera en Pamplona donde había un café, El Vienés, y solía pedirme un Glühwein. Llegué a creer que escribía gracias a todo ello (los árboles, el lugar recogido, el calor de la bebida). Pero no, ni siquiera la chispa del alcohol. Me lo demostró la vida. Era cuestión de encontrar el silencio interior para poder conectar con la emisora. Sin embargo, sí que es cierto que hay que tener un ritual (este puede variar como las estaciones). Me han gustado las tres perlas y la frase me la he apuntado para tenerla visible en el momento de escritura. Un abrazo.
Como dices Zoraida! Es cuestión de encontrar el silencio interior para poder conectar con la emisora. Estas cosas nos lo pueden facilitar, pero no lo es todo!